No sé cuánto tiempo llevo parcialmente desaparecida del blog. Pasar toda la mañana delante de una pantalla no es bueno si no es por placer, así que suelo aprovechar las tardes para salir, moverme un poco o leer. La música la tengo reservada para cuando en el transporte no encuentro un sitio donde sentarme. Parece que así el trayecto se hace más corto.
En cuanto al transporte, siempre he dicho que me gusta el tren, y ahora que lo cojo a diario sigo teniendo la misma opinión. Aunque a veces vayamos como sardinas enlatadas, especialmente los días de la huelga de metro, se nota más amplitud que en el metro o los autobuses. Incluso el vaivén de los vagones es más parecido a una mecedora que al tracatracatrá de los autobuses.
El metro suele ser pasable, o al menos el recorrido que yo hacía. El desafortunado día de la huelga de renfe tuve que atravesar la ciudad en metro, ya que era el medio menos engorroso y que me garantizaba llegar a mi edificio. No recordaba la sensación del cambio de Puerta del Sur. También es verdad que la única vez que había estado allí fue hace varios años y a una hora de muy poco tránsito. Y claro, ese día se juntó todo. Huelga+mucha gente bestia, porque mis "compañeros de entrada al vagón eran unos bestias, literalmente. Luego siempre hay quien me dice "ay, pues acostúmbrate, que el transporte público es así". Pues si es así he debido de tener suerte todos los días excepto ese, porque aquello parecía una batalla campal. Incluso pude ver a alguno lanzarse en plancha a por un asiento, por esto de tardar menos y tal...
Pero sin duda el autobús es lo que menos me gusta. Me da la sensación de que tengo los pies demasiado cerca del suelo. Puede parecer una razón estúpida, pero todos los días la noto. Además suele parecer que estoy practicando snowboard en las rotondas, o quizá baile de barra. Hoy he hecho bien dejando escapar al autobús. Allí iban los empleados de las empresas bien apretaditos hacia sus puestos. Yo, como iba con tiempo, he decidido esperar al siguiente, que sólo ha tardado tres minutos y ha salido medio vacío y con un montón de asientos libres.
Lo más satisfactorio para mí del transporte público es que si consigo sentarme puedo leer un rato, y si no tengo la música en el bolsillo.
Lo más desagradable son los olores con los que me he encontrado algunas veces.