martes, 27 de julio de 2010

y me iré

Una maleta vacía y muchas ganas de subir al tren que me llevará hacia el Mediterráneo. Dos años sin ver el mar, y por fin va a llegar el momento del reencuentro. No sé si reconoceré ese mar tranquilo que bate con furia las rocas las tardes de tormenta. No sé si sentiré la humedad del ambiente al bajar de la estación, ni si el recuerdo despertará en mí algún tipo de nostalgia. Mediterráneo, tras 10 años, nos veremos de nuevo.
Una nueva ciudad, importante, con historia, cultura, tradiciones y rincones por descubrir. Una ciudad con un amigo cercano que se encuentra a kilómetros de casa. Una ciudad con vida.
Hace días que comenzó la cuenta atrás. Los que quedan se pueden contar con los dedos de una mano y sobran, y a medida que se van reduciendo aumentan las ganas. Es una lástima que pueda estar tan poco tiempo.
Quiero recorrer Barcelona.

lunes, 26 de julio de 2010

no más

Un nuevo lunes llamaba a la puerta cuando la alarma del teléfono móvil sonó encima de su cabeza. Era pronto, ni siquiera había amanecido, y Claudia se disponía a afrontar la semana con energía y con los ojos cerrados. Su mente no había empezado a funcionar aún.
Recordaba el fin de semana, repleto de sentimientos contrarios hacia personas opuestas entre sí. ¿Cómo era posible pasar del odio al amor en un par de segundos? ¿Cómo formatear el estado de ánimo para permitirle a la noche cumplir su función de divertirla?
La mañana había sido normal a pesar de no haber sido un sábado cualquiera. Tanto tiempo preparando las cosas para ese momento y sabía que no lo recordaría con ilusión como un acontecimiento especial en su vida, al contrario que la protagonista de las escenas que llegarían a continuación.
Una más, con los suyos. Una más o una menos. Menos que el resto, desde los ojos vacíos de los acompañantes sin habla. Personas representadas por ceros en lugar de unos, pasando inadvertidas en ese código binario en el que otros deciden su signo. Allí estaban ella y su familia, la verdadera.
Al comienzo de la tarde empezó a preguntarse qué hacía allí. Hacer acto de presencia no era suficiente razón para quedarse. No había cruzado una palabra con nadie. Su hermana tampoco. No era cómodo recibir nucas y peinados de peluquería como respuesta a sus miradas. No merecía la pena esforzarse cuando la respuesta era inexistente.
Pasó la tarde y por fin llegó el momento de volver a casa. Llevaba más de cuatro horas esperándolo con ansia, pero condujo hasta su ciudad sosegadamente, sin prisas, sin alterarse, disfrutando del momento y de la alegría que le producía estar cada vez más lejos de aquella gente. Entonces supo que no volvería a no ser que se viera obligada, y la obligación tendría que ser muy fuerte.

lunes, 12 de julio de 2010


Falsa simpatía,
Envidia,
Afán por ridiculizar,
Desdén,
Camuflaje...

No son cualidades deseables en un amigo.



Pero, ¿y la emoción de ver cómo España ganaba el mundial de fútbol?
No soy futbolera, pero era inevitable unirse, primero, a ver el partido, y segundo, a celebrar la victoria.
¡Enhorabuena!

lunes, 5 de julio de 2010

Sí, pero no...

No sé cuánto tiempo llevo parcialmente desaparecida del blog. Pasar toda la mañana delante de una pantalla no es bueno si no es por placer, así que suelo aprovechar las tardes para salir, moverme un poco o leer. La música la tengo reservada para cuando en el transporte no encuentro un sitio donde sentarme. Parece que así el trayecto se hace más corto.


En cuanto al transporte, siempre he dicho que me gusta el tren, y ahora que lo cojo a diario sigo teniendo la misma opinión. Aunque a veces vayamos como sardinas enlatadas, especialmente los días de la huelga de metro, se nota más amplitud que en el metro o los autobuses. Incluso el vaivén de los vagones es más parecido a una mecedora que al tracatracatrá de los autobuses.
El metro suele ser pasable, o al menos el recorrido que yo hacía. El desafortunado día de la huelga de renfe tuve que atravesar la ciudad en metro, ya que era el medio menos engorroso y que me garantizaba llegar a mi edificio. No recordaba la sensación del cambio de Puerta del Sur. También es verdad que la única vez que había estado allí fue hace varios años y a una hora de muy poco tránsito. Y claro, ese día se juntó todo. Huelga+mucha gente bestia, porque mis "compañeros de entrada al vagón eran unos bestias, literalmente. Luego siempre hay quien me dice "ay, pues acostúmbrate, que el transporte público es así". Pues si es así he debido de tener suerte todos los días excepto ese, porque aquello parecía una batalla campal. Incluso pude ver a alguno lanzarse en plancha a por un asiento, por esto de tardar menos y tal...
Pero sin duda el autobús es lo que menos me gusta. Me da la sensación de que tengo los pies demasiado cerca del suelo. Puede parecer una razón estúpida, pero todos los días la noto. Además suele parecer que estoy practicando snowboard en las rotondas, o quizá baile de barra. Hoy he hecho bien dejando escapar al autobús. Allí iban los empleados de las empresas bien apretaditos hacia sus puestos. Yo, como iba con tiempo, he decidido esperar al siguiente, que sólo ha tardado tres minutos y ha salido medio vacío y con un montón de asientos libres.

Lo más satisfactorio para mí del transporte público es que si consigo sentarme puedo leer un rato, y si no tengo la música en el bolsillo.
Lo más desagradable son los olores con los que me he encontrado algunas veces.