Hablamos, o más bien gritamos intentando escucharnos. El ruido de la música era insoportable, igual que el olor que se había concentrado en el interior del local de moda de aquél pueblo. Intercambiamos teléfonos. Me cayó bien. Escasos minutos más tarde me encontraba rumbo a la casa en la que iba a dormir aquella noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario