Yo conducía perdida por el carril derecho de la autopista, con mis ojos en el horizonte y el sol en las indicaciones, dejándome guiar por los sentidos mermados de un verano que empezaba a dar sus últimos coletazos de vida y calor.
Aire acondicionado y olor a alcantarilla mezclado con asfalto abrasado que ayer difuminaba la silueta de los bloques de viviendas construidas para poblar los puentes. El ambientador que no pude soportar un día me marea. Siento nauseas y un ataque de violencia que agarrota mi cuerpo.
Quizá perdiste demasiado al convencerte de la imposibilidad de conseguir tus objetivos más próximos. Nunca sabrás qué decisión hubiera sido más acertada.
El verano recupera su calidez en esa tarde que se convirtió en madrugada de alcohol y despreocupación para nuevas generaciones, entre cristales rotos y sandalias de tacón.
Yo sueño con tu piscina mientras me agarro al corazón.